La información de interés público y del interés del público

“Tenemos la televisión que nos merecemos”. Es una de las frases más utilizadas por los ciudadanos para justificar los contenidos de ínfima calidad de la mayoría de canales que se emiten actualmente en televisión. Pero cuánto hay de verdadero en ello y cuánto de tópico. Es cierto que la televisión ha ido evolucionando de forma muy negativa desde que aparecieran los dos canales privados nacionales gracias a la Ley de televisiones privadas de 1988, que supuso, además, la ruptura del monopolio de RTVE. La  aparición de la televisión digital terrestre (TDT), que tuvo como consecuencia la ampliación de la oferta televisiva, parece no haber mejorado la calidad de la televisión. Si bien es cierto que hay que encontrar una respuesta a la progresiva degradación de la televisión en España, hay que tener en cuenta también que, gracias primordialmente a la televisión pública, es todavía posible disfrutar unos contenidos audiovisuales de notable calidad.

En la dualidad de la televisión  los conceptos de “de interés público” y “del interés del público” juegan un papel importante como condicionantes de la programación televisiva de la que disfrutamos actualmente. Se suele ver las informaciones de interés público como algo positivo y objetivamente necesario para el espectador como un complemento a su formación. De la misma forma que en el siglo pasado se consideraban los diarios como “los libros de los obreros” ya que éstos no podían acceder a la educación. La información propiamente conocida como del interés del público se suele ser más subjetiva, acorde con los gustos de los ciudadanos y por lo tanto negativa. Negativa en gran medida porque se considera que lo que gusta al público no es normalmente lo que mejor le conviene. Los típicos concursos, telenovelas y diversas series de entretenimiento que emitían en sus inicios Antena 3 y Telecinco, han sido sustituidos, después de abandonar su función de servicio público obligatoria por la mencionada ley de 1988, programas del corazón y realitys shows. Programas que han conseguido grandes audiencias y han convertido al canal que más programas conocidos como “telebasura”, Telecinco, en el segundo canal más visto en España según el Estudio general de medios (EGM).

El porqué la mayoría de los espectadores eligen ver estos programas se podría achacar a la necesidad de evasión y búsqueda de divertimento de la mayoría de la población. Así como el excesivo gusto por los llamados “cotilleos” de la vida privada de los famosos y de gente popular en general. No en vano, hay que tener en cuenta que la revista más vendida de España según la  Oficina de Justificación de la difusión (OJD), con casi un millón de ejemplares, es una revista dedicada a noticias mundanas. Es precisamente este gusto por conocer la vida ajena que ha llevado la degradación a un extremo casi insospechado: la sustitución de un canal informativo 24 horas, CNN+, por el reality Gran Hermano 24 horas, que ha conseguido un punto más de share que su predecesora. Por otro lado, las tertulias sectarias de muchos de los nuevos canales de la TDT no ayudan a formar una opinión pública en condiciones.

Es por ello que es necesario una televisión pública que garantice unos contenidos interés público, de información útil para el ciudadano, pero que también garantice una oferta televisiva plural donde el espectador se reconozca, independientemente de su sexo, edad, o confesión religiosa. En España TV1, La 2, o canales autonómicos como Canal 33 garantizan programas educativos, culturales e informativos que normalmente sólo llegan un público culto, formado académicamente. Es importante que los periodistas garanticen que estos contenidos no sólo lleguen a una minoría educada, sino también a todos aquellos que no disponen de una cultura previa. Pero la labor del periodista no es suficiente. La educación de la ciudadanía es fundamental para que ésta pueda elegir entre unos contenidos banales y otros de calidad. Además, el problema fundamental de la degradación de la televisión es una retroalimentación constante: la mayoría de las televisiones seguirán emitiendo contenidos poca calidad porque hay un público mayoritario que los sigue. Por lo tanto, es posible que una gran mayoría tenga la televisión que se merece, pero eso no debe ser óbice para seguir abogando por una televisión de calidad y conseguir que el interés público sea también interés del público.

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