Pequeños grandes gestos


La Filmoteca de Catalunya abrió de nuevo, después de tres meses de espera, en un renovado edificio en unas de las zonas más deprimidas del Raval. Frente a la calle Robadors, conocida por la prostitución callejera que allí se despliega de esquina a esquina. Con la ilusión que se tiene, como cuando se estrenan zapatos nuevos, asistí con mi novio para asistir a la proyección del documental La doctrina del shock. Pero, una vez allí, sufrimos alguna que otra contrariedad. En primer lugar, la taquillera nos dio dos entradas a precio normal (4€) cuando mi pareja le había dicho dos con tarifa reducida (2€). Finalmente, después de reclamar insistentemente, más él que yo todo sea dicho de paso, y de encasquetar las dos entradas a otras personas, finalmente nos las vendió. 

Una vez dentro, la imagen del documental se quedó congelada un par de veces, ya que se trataba de un DVD y al parecer estaba bastante rallado. Después de una larga espera para que alguien se dignara a acudir a la sala y solucionar el problema, conseguimos ver el documental hasta el final. Eso sí, a costa de salir de la sesión más tarde de lo previsto. Mi pareja, que todavía sentía algo de resquemor por lo ocurrido con la taquillera horas antes, -aunque también porque el documental fue infumable-, se dirigió hacia las taquillas para reclamar. Una vez allí, no tuvimos que decir nada, la taquillera sabía a qué veníamos: “de La doctrina del Shock ¿no?, aquí tenéis unas invitaciones para otro día”. Salimos de la Filmoteca la mar de contentos. A pesar de que parecía que habíamos empezado la tarde con mal pie, finalmente conseguimos acabarla satisfactoriamente. Pensé entonces que eran aquellos pequeños gestos los que hacían que una mala situación pudiera dejar de serlo. Gestos que podrían darse más entre nosotros, como sociedad solidaria que en principio somos. 

Vivo en un piso que no se encuentra en las mejores condiciones y pago, bueno mi padre paga porque yo todavía no he podido independizarme, 650 € en un país donde el sueldo mínimo es de 642€. Personalmente no me salen las cuentas, pero eso es otra cosa. Las puertas, no sólo no tienen pomo, sino que están empapeladas con pegatinas de actores, cantantes y grupos musicales como las Spice girl. Muy kitsch todo. El calentador del agua, por llamarlo de alguna manera, no lleva a cabo su función, no sólo desde que empezó la ola de frío siberiano, sino desde el inicio del invierno. Así que todas las noches me toca ducharme con agua tibia casi fría, lo cual me ayuda a que mi piel se mantenga tersa y firme. 

Además, la vivienda está compuesta de un techo falso que cruje cuando hay un poco de viento. Un crujir que se hace muy agradable cuando estás durmiendo, sobre todo porque piensas que en cualquier momento se te va a caer encima. Por no hablar del mal olor a cloaca proveniente del fregadero que te hace sentir como si estuvieras viviendo en la alcantarilla directamente y no existe ambientador aún que haya conseguido acabar con él. Y para redondear el telefonillo no funciona. Así que, cada vez que el cartero llama a mi piso y descuelgo no me entero de lo que dice. Simplemente le abro la puerta y ya descubriré luego si me trae una carta o un paquete. 

Todo esto metido en una caja de zapatos, porque el piso grande, lo que se dice grande, no es. Juzguen ahora si vale la pena pagar 650 por una vivienda así. Aunque lo mejor, para completar este pack de lujo, es una tener una casera que, cuando le reclamas que arregle estos desperfectos, te dice que los arregles tú porque hay que pagarle 20 euros más para resolver este tipo de asuntos. Lo máximo. Pero bueno, qué se puede esperar de alguien que se aprovecha de esta forma. Alquilar un piso de estas características por este precio es un robo, típico de gente que sólo busca afán de lucro a pesar de las circunstancias que estamos viviendo no sean las mejores precisamente. Que poco costaría ser algo más consciente y ajustar un poco más los precios a la situación actual. Pero claro, se me había olvidado decir que su hija ha de pagar la hipoteca que, por cierto, le cuesta 650 euros cada mes.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Fragmentos de "Un viejo que leía novelas de amor" de Luis Sepúlveda

El pesimismo de un utópico

El Museo del Crimen de Londres al descubierto